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Amsterdam 1928: Los Juegos del triunfo de la juventud

Amsterdam 1928: Los Juegos del triunfo de la juventud

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Los Juegos Olímpicos de la IX Olimpiada se celebraron en Amsterdam, Holanda, entre el 17 de mayo y el 12 de agosto de 1928. 2.883 atletas (277 mujeres y 2.606 hombres) representaron a 46 países integrantes del Comité Olímpico Internacional, que compitieron en un total de 109 pruebas.

El destino holandés sucedió a Amberes y París, ambos eventos solventados con éxito, y la elección de la capital de los tulipanes se saldó de la misma forma, tras una ceremonia inaugural que tuvo lugar en el estadio olímpico, donde el Príncipe Hendrik declaró de manera oficial la inauguración de los Juegos ante 40.000 personas, que vieron por primera vez el desfile de países y el encendido de la llama olímpica en el pebetero, donde se mantuvo a lo largo de toda la competición.
Pese a la oposición de la reina Guillermina a los Juegos al considerarlos como fiestas paganas y de culto al cuerpo, los grupos de apoyo a la candidatura se impusieron y Amsterdam pudo disfrutar de un evento olímpico en el que se estrenó el nuevo mandatario del COI, el conde belga Baille-Latour, el primer sustituto del barón Pierre de Coubertin, que dejó su cargo por enfermedad.

Ni siquiera el propio Coubertin o el Papa Pío XI evitaron que las mujeres compitieran por primera vez en atletismo, aunque su participación se limitara a cinco pruebas. Muchos sectores se posicionaron en contra de ello pero nadie evitó el aumento del número de deportistas femeninas, que ascendieron a 290.
Muchas de las que participaron en las pruebas de atletismo sufrieron percances físicos como desmayos o desfallecimientos en los 800 metros, lo que creó una dura campaña contra la participación femenina que hasta Roma 1960 no volvimos a ver una carrera femenina de más de 200 metros.

Los españoles lograron resultados positivos

En cuanto al medallero, Estados Unidos fue de nuevo el gran protagonista pese a la mayor competencia europea, donde Alemania volvió a demostrar su potencial tras superar el castigo impuesto por la Primera Guerra Mundial y volver a participar. En cuanto a España, el oro en hípica se recuerda como uno de los grandes momentos de la historia del deporte olímpico español. El equipo formado por José Álvarez de las Asturias, Julio García Hernández y José Navarro Morenés se impuso con cuatro puntos de penalización a nada menos que quince rivales en la final.
Junto al primer puesto en hípica, el quinto del equipo de esgrima y el sexto del de fútbol fueron otros buenos resultados logrados por los nuestros, que aún pudieron alcanzar un premio mejor en el deporte del balompié de no ser por el conflicto surgido por la norma que no autorizaba la participación de los jugadores profesionales. Si bien dicha norma fue cumplida por la selección española, no así por los italianos, rivales en cuartos y que sí presentaron profesionales por orden de Mussolini.
Italia venció a España en el desempate y luego caería en semifinales con Uruguay, que en la final se alzaría con el oro al imponerse a Argentina también mediante partido de desempate, reteniendo de esta forma la corona alcanzada en París. Dos años más tarde acogería como sede el primer Mundial de la historia.

Los jóvenes deportistas alcanzan la gloria

En cuanto a los triunfadores olímpicos a nivel individual, Paavo Nurmi y Johny Weissmuller volvieron a ser los reyes en el atletismo. El finlandés arrasó en sus últimos Juegos con el oro en el 10.000, y la plata en el 5.000 y 3.000 obstáculos. Por otro lado, Weissmuller consiguió el pleno tras alzar el oro en las dos únicas disciplinas en las que compitió: en 100 metros y en el relevo de 4x200, mientras que el jinete checoslovaco, Frantiscek Ventura, ganó el Grand Prix ecuestre de saltos con un récord que perduró hasta 48 años más tarde, al realizar un recorrido perfecto, sin una sola falta.
Pese a que Nurmi y Weissmuller volvieron a reinar, cedieron el protagonismo ante hazañas como las de El Quafi, Moustafa o Mikio Oda
Pero ellos no fueron los únicos protagonistas. También disfrutaron de su momento de gloria deportistas como el argelino El Ouafi, que se impuso en la maratón y pasó a la historia como el primer africano que se colgaba el oro. Compartió la gloria con el egipcio Ibrahim Moustafa, primer deportista no europeo en dominar un evento de lucha grecorromana.
La misma transformación a leyenda la siguió el japonés Mikio Oda, al pasar a ser el primer campeón olímpico asiático gracias a su triunfo en triple salto en una cita olímpica donde reinaron otros japoneses como Yoshiyuki Tsuruta, oro en 200 metros nado pecho.
Y es que los de Amsterdam resultaron ser precisamente los Juegos de los jóvenes, que alcanzaron su madurez con triunfos como el de la italiana Luigina Giavotti, quien con su plata en gimnasia como parte del equipo italiano quedó para la posteridad como la más joven medallista de todos los tiempos, con 11 años y 302 días de edad. Jóvenes adultos como Percy Williams, un estudiante canadiense que con tan solo 19 años logró el oro en las pruebas de 100 y 200 metros lisos. Giavotti y Williams representaron el poder de la juventud y de la superación pese a contar con menor experiencia que muchos de sus rivales en las pruebas olímpicas a las que se enfrentaron.
Los Juegos de Amsterdam marcaron el inicio de un mayor seguimiento del evento olímpico por parte de la prensa que los convirtieron en globales y universales
El logro de estos deportistas también refleja el progreso de los Juegos para convertirse en un evento global, con casi una treintena de países que trajeron medalla de regreso a casa tras la competición. Los valores universales y globales se demostraron también a través de la radio, que por primera vez retransmitió la cita olímpica en directo para más allá del estadio en el que se disputaban las pruebas.
De esta forma, comenzaba un matrimonio entre el periodismo y el deporte olímpico que ya no vería su final. Los Juegos de Ámsterdam marcaron el inicio de un mayor seguimiento del evento olímpico por parte de la prensa, sin duda un hecho decisivo para la popularización del deporte tras la Primera Guerra Mundial en un período necesita de nuevos impulsos tras la barbarie. Un empujón a los deportistas y atletas, que salieron del anonimato y, además de vencedores, los campeones pasaron a adquirir la condición de ídolos.

 

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